Opinión: ¿Por qué Brasil votó así?
Publicado: 29/10/2018 09:37 AM
¿Por qué ganó Jair Bolsonaro con más de 57 millones de votos y 10 puntos de diferencia con respecto al candidato del PT, Fernando Haddad? Esta es la pregunta que medio mundo se está haciendo luego del resultado electoral en Brasil. No hay respuesta sencilla ni basada en un único argumento. Son múltiples los factores, algunos propios de un clima global y otros más ajustados al contexto nacional. Aquí se esbozan algunas ideas para comprender este fenómeno.
1. La volatilidad de las preferencias electorales.
Cada día la realidad es más efímera. Todo cambia a una velocidad
incomprensible. En la actualidad, con un simple clic somos capaces de cambiar
de país, de conversación, de relaciones personales… Las nuevas tecnologías y
las redes sociales permiten creer que todo se puede modificar en un segundo.
Esto se va instalando como marco lógico hasta el punto de tener un poder de
influencia mayor de lo previsto a la hora de tomar decisiones en otros asuntos.
En lo electoral, en un marco de crisis de representatividad de los partidos
tradicionales, también está presente esta nueva manera de actuar, que se
percibe en un patrón electoral volátil, en el que el voto se mueve de lado a
lado sin tiempo real para que se produzcan grandes cambios estructurales en el
medio. Un dato lo ejemplifica: Dilma Rousseff obtuvo casi 55 millones de votos
hace cuatro años; ahora Bolsonaro, la antítesis, 57 millones.
2. Cuando la democracia ya es cualquier cosa. Decía
Gilbert Rist que “el desarrollo ya puede ser concebido como cualquier cosa”
porque “el desarrollo es la construcción de una letrina allá donde se necesita,
pero también es un rascacielos en una gran ciudad”. Lo mismo puede suceder con
el término democracia, cuando ésta se basa en un mínimo excesivamente mínimo.
Así, tan vaciada de contenido, limitada a un voto cada cuatro años, sin
importar nada más que eso, entonces, la ciudadanía puede llegar a frivolizarla
tanto como cualquier votación que se produce para elegir al ganador de un
reality show. Esta democracia tan banalizada, en forma light, es un terreno
demasiado fértil para que los candidatos poco demócratas sea elegidos.
3. Una nueva cancha embarrada de juego. Vale todo. En
el caso de Brasil, la elección se dio luego de un golpe parlamentario que
arrebató a Dilma su condición de presidenta electa y con Lula, el candidato
mejor valorado, en la cárcel. Además, como así también pasó en la campaña del
2014 con la muerte de Eduardo Campos, esta vez, también apareció un hecho
sospechoso: la puñalada que sufrió Bolsonaro, que tuvo un tratamiento mediático
de telenovela con final feliz. Y tampoco hay que olvidar las fake news que se
fueron propagando gracias a un control del uso de datos privados, de teléfonos,
con el envío masivo de mensajes de WhatsApp. Se mire por donde se mire, en
estos tiempos que corren, ya no hay elecciones en condiciones limpias.
4. Cuando gana lo auténtico y no lo políticamente
correcto. Viendo a Bolsonaro, a uno se le caen todos los mitos del marketing
electoral de los últimos años. Pareciera que nace un contramanual de Durán
Barba. Ni globos de colores ni mensaje de felicidad eterna; ni ambientalismo ni
animalismos. En el caso de Bolsonaro, así como ocurrió con Trump, venció lo
genuino, el “no disimular casi nada”. Decirle al pan, pan, y al vino, vino. Un
lenguaje más directo, sin rodeos, sin diplomacia, en el que la mayoría de la
ciudadanía se siente reflejada.
5. El odio y el “que se vayan todos”. El hartazgo se
impone. Se creó un clima de opinión, en gran medida provocado por los medios de
comunicación, marcado por la animadversión y hostilidad. La corrupción fue una
de las principales variables elegida para crear un ambiente antipetista. Pero
también se utilizó la elevada inseguridad, para construir ese sentimiento de
repulsión contra el estatus quo. En el caso brasileño, como así ocurrió también
con Trump, se impone cada vez más una propuesta del anti, del rechazo, del
encono, buscando una mayor sintonía con aquella sensación de infelicidad que
tiene una buena parte de la ciudadanía que vive en condiciones económicas y
materiales muy negativas.
6. La mentira que nos contaron: era mejor no
confrontar. Fue absolutamente desacertado creer que había un exceso de
confrontación por parte de muchos líderes-presidentes representantes del
progresismo latinoamericano. ¿Cómo encaja Bolsonaro en este paradigma? ¿Y
Trump? Por lo visto electoralmente, a la ciudadanía le agrada mucho más aquel
político que interpela de frente en vez de ser una suerte de “chicha ni
limoná”. Debemos distinguir mejor entre el porcentaje de imagen favorable y la
verdadera intención de voto; e incluso puede ocurrir que se puede ganar
elecciones a pesar de tener un alto porcentaje de rechazo en las encuestas.
7. El repliegue sobre el individuo. El Balón de Oro en
fútbol es casi tan importante como un campeonato; Messi es tan poderoso o más
que un club de fútbol. El personalismo en la política pisa fuerte. Es por ello
que Bolsonaro no necesitó ni de partidos ni de ningún gran movimiento colectivo
que lo arropara. Una suerte de superhéroe que muchos aspiran a ser.
8. Regresa el nacionalismo en la época global. Nunca
dejó de ser un valor, pero ahora el nacionalismo retoma un papel más
protagónico en una era donde todo es global. La gente busca mucho más aferrarse
a algo cercano, a un referente más nacional. Bolsonaro lo logró mostrándose
como militar, con un lenguaje de repulsión a todo lo que tuviera que ver con lo
extranjero.
9. El laberinto de nuestras burbujas. Un mal endémico
es querer hacer análisis en función de nuestro particular focus group entre la
gente más cercana que nos rodea. O mucho peor aún es preguntarnos lo siguiente:
¿por qué la gente vota a un fascista, homofóbico y que defiende a la dictadura?
Esto es tener mal el foco de mira. ¿Por qué? Pues seguramente porque no hay 57
millones de brasileños y brasileñas que tienen esos mismos valores. Lo cierto
es que cada quién tiene la información que tiene, que le llega por muchas vías
diferentes, y no siempre es la misma que tenemos en ciertos círculos
endogámicos en los que el deber ser, en lo ético y en lo político, prevalece
por encima de cualquier mirada de lo que está ocurriendo en cada esquina.
Entre tantas otras, las razones aquí expuestas en su conjunto hacen que hoy estemos ante un país, Brasil, que ha elegido mayoritariamente a Bolsonaro, con el 55% de los votos. Sin embargo, lo difícil está en otro punto: a partir de ahora saber cómo hacer para que no lleguen más Bolsonaros a ser elegidos presidentes de cualquier país.
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