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Malaverismos: Un lector nada común



Publicado: 20/05/2018 07:51 AM

Estaba el diputado Ismael García en la biblioteca Carlos Marx, leyendo La plusvalía ideológica, de Ludovico Silva, cuando escuchó la vibración de su celular en el bolsillo del saco. Detuvo por un momento la lectura y sacó el celular y vio en la pantalla el nombre de Ramos Allup, que era la persona que lo estaba llamando. Entonces le dijo casi en silencio: “Estoy leyendo La plusvalía ideológica. Llámame más tarde”. “Déjate de pendejadas, Ismael y atiéndeme, que es urgente.- le dijo Ramos Allup. No le quedó más remedio a García que abandonar por un momento la sala y dirigirse al baño. Una vez allí habló  con toda confianza: “¿Cuál es la razón de tu llamada, Henry?” Le preguntó. Y Henry le dijo: “Que tenemos una reunión urgente en la Mud, para ver qué vamos a decir después de las elecciones, y necesitamos que estés aquí para que hagas bulto. No tienes que decir nada”. García sonrió y le dijo: “Lo siento, Henry, este libro me tiene agarrado. Por ahora no me interesa la política que está cargada de lugares comunes. Estoy leyendo, Adiós”.
Después volvió a tomar asiento en la sala de lectura y terminó de leer el libro. Sacó una libreta y anotó unas reflexiones personales y unas frases que estaba bien aprendérselas para citarlas en una que otra conversación. Entregó el libro y se marchó lleno de contento con su cargamento de conocimientos. Una vez en su casa, vio que en su pequeña biblioteca tenía unos libros que no había leído nunca. Allí estaban Doña Bárbara. Memorias de Mamá Blanca. País portátil. Isabel una niña decente. Venezuela Política y Petróleo. Canaima. Cantaclaro.  Estuvo viendo los títulos y se dijo. “Me falta mucho por leer. Voy a comenzar por Rómulo Gallegos y su Doña Bárbara”. Tomó el libro y leyó en voz alta: “Un bongo remonta el Arauca...” “Esto se pone bueno –se dijo- y se acostó en su chinchorro a leer. Allí lo agarró la noche. Al amanecer, fue al baño y después abrió la ventana y exclamó: “Qué paisaje tan gallegiano tenemos hoy”.
Al mediodía escuchó el timbre del celular, ya le había quitado el modo silencio porque no estaba en una biblioteca, y vio en la pantalla que era Omar Barboza quien lo estaba llamando. No esperó a que lo saludara, rápidamente le dijo: “¿Que estás leyendo, Omar?” “¿Cómo es la vaina?”- preguntó  Barboza. “¿Qué libro estás leyendo?”-Insistió García... “Déjate de pendejadas, Ismael- le contestó Barboza- “Te estoy llamando para un reunión urgente”. “¿Y qué van a discutir allí? ¿La presencia del llano en la literatura de Gallegos?- dijo García. Y Barboza no aguantó. “Te  volviste loco de bola, Ismael. Te pusiste a leer a Gallegos a estas alturas, cuando ya políticamente no vales nada. Vente para la reunión que tenemos que escribir un documento para que lo firmes y  después te vas a leer a quien te dé la gana”. “Olvídense de mí - dijo García- estoy entregado a la literatura. Adiós”.
Más tarde, cuando terminó de leer Doña Bárbara, fue a su pequeña biblioteca y tomó la novela Las Memorias de Mamá Blanca. “Este parece bueno, ojala que no sean las memorias de una mamá adeca”. Se dijo. Y comenzó a leer.
En la tarde, cuando terminó de leer Las Memorias de Mamá Blanca, justo en ese instante, lo llamó Juan Carlos Guanipa. Y le dijo. “Ismael, te estamos esperando para que firmes el documento de la Mud contra las elecciones del régimen”. “Olvídense de mí. –dijo García- Voy a leer Canaima, de nuestro gran escritor Rómulo Gallegos”. “¿Cómo es la vaina?”- le preguntó Guanipa. “No voy para la reunión, porque la literatura me tiene muy ocupado. Adiós”. Dijo el diputado y colgó. Después, cuando estaba leyendo Canaima, el diputado García se detuvo un momento y reflexionó: “Por eso  es que uno no lee nunca nada importante, porque esta gente de La Mud se la pasa en reuniones, embruteciéndose. Ahora es cuando me quedan novelas por delante. Cuando salga a la palestra pública, ya van a ver cuándo empiece a citarle todas estas novelas. Ya van a ver”.
Y el diputado García, después de esa meditación, volvió a meterse de lleno en la lectura.

NOTA: Esta crónica es una parodia de la maravillosa novela de Allan Bennet: Una lectora nada común.

ROBERTO MALAVER