Malaverismos: Ramos Allup en su laberinto
Publicado: 13/05/2018 06:00 AM
Como
un Hamlet adeco, Ramos Allup, frente a la falsa armadura en su biblioteca, se
pregunta constantemente: Votar o no votar. Ser o no ser.
Muchos
años después, frente a los textos originales del libro Venezuela política y petróleo, Henri Ramos Allup se acordaría del
día en que Rómulo Betancourt lo llevó a votar a la Escuela Nacional Juan Bimba.
“Democracia
es votar”.- le dijo el brujo de Guatire en aquel momento, y aquella
frase le había quedado clavada en el cerebro desde aquel día. Ahora estaba
llamando a la abstención en las elecciones del 20 de mayo. Sabiendo que muchos
de sus compañeros de partido se inscribieron para optar a cargos legislativos,
él permaneció duro con su política de abstención, a pesar de que nunca había
creído en eso.
En
la quinta La Pipa de Guatire, allí en Los Palos Grandes, había un silencio
sepulcral, como parece que son todos los silencios. Ramos Allup estaba solo
frente a la falsa armadura que había comprado en Toledo, España. Y mientras
veía la armadura se decía: “Quién me iba a decir a mí, que después de
haber criticado tanto al excompañero Domingo Alberto Rangel, cuando proponía
aquella tesis del voto nulo, ahora yo estuviera haciendo lo mismo” Acariciaba
los papeles donde estaban las líneas a máquina de escribir del libro de su
líder Rómulo Betancourt, Venezuela,
política y petróleo, y pensaba: “Rómulo nunca me lo hubiese perdonado. Esto
de llamar a no votar no es propio de adeco. Y además, está esa frase de Rómulo
que me persigue día y noche: Democracia es votar”.
Había
dejado un momento la meditación, cuando se escuchó el timbre de la quinta La
Pipa de Guatire: wi-will-Come-back. Ramos
Allup preguntó al intercomunicador que tenía cerca de la armadura: "¿Quién
anda ahí?”. Y desde el intercomunicador se escuchó una voz: “Gente
de paz. Zambrano”. “Pasa adelante, Zambranito”. Pulsó un
botón y abrió la puerta de la regia
mansión. Edgar Zambrano entró diciendo: “Parece que somos los únicos que no vamos a
votar” Ramos Allup dejó de mirar la armadura y vio a Zambrano, y le
dijo: “También están Ramón Guillermo y José Curiel, que escribieron por allí
que no iban a votar” Y Zambrano no perdió la oportunidad para decir. “Eso
es lo que más me molesta, que estemos coincidiendo con esos dos copeyanos.
Nosotros, que hemos sido más demócratas que los copeyanos, ahora coincidimos
con esos dos”. “Es verdad –dijo Ramos Allup- es como para pensarlo. Con
Curiel y Aveledo no se puede coincidir, porque eso quiere decir que vamos
directo al fracaso. Y cómo será la cosa, que hasta el marginal Chúo Torrealba,
dice que a votar, porque ese derecho no se lo quita nadie”.
En
ese momento volvió a sonar el timbre de la mansión: wi-will-come-back. Y Ramos Allup preguntó: “¿Quién anda allí?".
"Gente de paz. Andrés Velásquez”. “Esta es una grabación. Aquí no hay
nadie”- contestó Ramos Allup. “Es en broma Andrés, pasa, pasa-
volvió a decir Ramos. Y apretó el botón. Velásquez entró y dijo: “Si
es de creer a las encuestas, podemos decir que aquí, de cada tres personas,
tres están a favor de no votar”. “No montes una empresa encuestadora porque la
vas a quebrar el primer día”- le dijo Ramos Allup. Y los tres hombres,
que están dispuestos a no votar para defender la democracia, tomaron asiento en
un sofá Luis XV, tan falso como la armadura, y Ramos Allup dijo: “Señores,
yo quiero decirles que ya no tengo dónde meter tantos fracasos en estos 20 años
del régimen. Y por lo visto, este llamado a no votar va a ser otro fracaso.
Mejor hacemos como hizo Julio Borges cuando las elecciones para la asamblea en
el 2005, que echo el pendejo salió a votar”.
Y allí quedaron tristes,
solitarios y finales
ROBERTO MALAVER