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Malaverismos: El precio del voto

Archivo CNE
Internet

Publicado: 29/11/2020 03:39 PM

Armando Parra y Luis Espárragoza fueron contratados por un organismo internacional para que le pagaran a la gente por no votar en las elecciones parlamentarias. Y andan a la caza de gente para comprarlas.

La tarde se iba rápidamente como la subida del dólar en el país. Y en la Tasca Puerto de Palos, donde siempre hay un Colón, estaban Armando Parra y Luis Espárragoza, dos hombres misteriosos que hablaban bajito y veían para todas partes. Habían llegado desde temprano a la tasca y habían tomado asiento bien lejos de la barra. Romualdo, el jefe de los mesoneros, se fijó en ellos porque era la primera vez que los veía en la tasca. Se les acercó y les dijo:

- Buenas tardes. ¿Qué toman los señores?

- Decisiones, amigo. Muchas decisiones.

- Esas no las tenemos acá. Esas las brinda el gobierno de Estados Unidos y las toma la oposición Venezolana.

Parra y Espárragoza sonrieron ante la salida de Romualdo.

- Usted es un echador de vaina, amigo. –le dijo Parra

- No. No es echando vaina, es en serio.- contestó Romualdo.

Los dos hombres pidieron dos whiskys- Romualdo salió a buscarlos. Y los hombres  siguieron conversando.

- Tenemos el dinero para pagarle a la gente para que no vote. Lo que tenemos que hacer es que el mismo seis de diciembre, nos acercamos a la cola, y hablamos con la gente. Porque si le damos los reales ahora, son capaces de jodernos.-dijo parra.

- Claro –contestó Espárragoza.

- Antes a la gente le pagaban los adecos y copeyanos para que votaran por ellos, ahora nosotros estamos pagando para que la gente no vote. Este mundo es una mierda –dijo Parra.

- Las cosas cambian, y cuando las cosas no cambian, somos nosotros los que cambiamos. – dijo Espárragoza.

- Carajo –dijo Parra- te salió el filósofo. No entendí esa vaina pero te quedó bien.

En ese momento se acercó Romualdo con la botella de whisky Buchanans, dos vasos y una jarra con hielo. Y comenzó a servir los tragos. Viendo lo eficiente que era Romualdo, Parra le preguntó:

- Amigo. Si yo le doy cien dólares para que usted no vote en estas elecciones, ¿usted qué haría?

- Yo cogería los cien dólares, y el domingo estaría de primero en la cola para votar. –contestó Romualdo.

Otra vez Parra y Espárragoza se rieron.

- Te le dije, Espárragoza. Hay que ir a la cola.

- ¿A cuál cola? –preguntó Romualdo- Porque cola es lo que sobra.

- A la cola electoral, y pagarle a la gente ahí, para que no vote. –apuntó Espárragoza.

- ¿Y ustedes andan comprando gente para que no vote? –preguntó Romualdo.

- Sí. Ese es nuestro negocio.- contestó Parra.

- Creo que no les va a ir bien, porque aquí a la gente le encanta votar. Y los chavistas no pueden ver una escuela abierta, porque entran a votar.

Parra y Espárragoza, parte del equipo contratado por un organismo internacional para que repartieran dinero entre la gente para que no voten, se vieron las caras y dejaron que Romualdo siguiera hablando.

-Además, le gente seguro que va a pedir mucha plata para no votar. Porque votar es un gusto.

Parra campaneó su whisky, tomó un trago,  y dijo:

- Entonces será difícil convencer a la gente.

- Mejor se quedan con ese dinero y dicen que lo repartieron, pero que la gente votó. –les comentó Romualdo.

- Lo que pasa es tenemos varias ONG que están trabajando con nosotros, y ellas saben que tenemos que hacer ese trabajo –comentó Espárragoza.

Y cuando Romualdo se iba para atender otra mesa, les dijo:

-Piénsenlo mejor, porque van a perder ese dinero.

Los dos hombres se quedaron pensativos. Los dos habían vivido siempre de esos negocios. De venderse y alquilarse a todos los organismos que estuvieran dispuestos a pagar por lo que fuera. 

-¿Y cuál será el precio de un no voto? –preguntó Parra.

- Es más barato el voto que el no voto. -contestó Espárragoza

Entonces llamaron a Romualdo, y cuando llegó a la mesa, Parra le preguntó.

-¿Cuál es el precio del deber aquí?

Romualdo les digo lo que debían y los dos hombres pagaron y dejaron la propina,  y al levantase para irse, Parra comentó.

- Gracias, amigo, porque hoy aprendí que la gente se vende cara.

- O no se vende.- contestó Romualdo mientras caminaba hacia la barra.

ROBERTO MALAVER