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LOS FUGADOS DE LA PICA - Operación Vicente Contreras Duque (ÉLITE, 30 de septiembre 1977)

Publicado: 16/08/2023 10:00 PM

Hace 46 años, la periodista Irma Barreto subió hasta las montañas para entrevistar a los protagonistas de la fuga de 13 presos políticos de la Cárcel de La Pica. 

En esta destacada fuga el Comandante Guerrillero Andrés Cova Mata y Roberto “Catire” Rincón, del Comité Político Nacional de Bandera Roja, fueron sus principales operadores.

Uno de los fugados fue el último guerrillero del país en deponer las armas, Francisco Javier Jiménez, conocido como El Viejo Ruperto y también, Antonio Arias, a quien llamaban “Mochinga”. 

Pedro Veliz Acuña y su columna de guerrilleros del Frente Américo Silva, desde las afueras de la cárcel, llevaron a cabo la operación de rescate. 

El plan fue trazado desde adentro y desde afuera. Había un plan A y un plan B. El A consistía en que los guerrilleros, al mando de Veliz Acuña, llegarían desde el monte a una de las garitas de La Pica, de noche, y controlarían al guardia; luego encenderían la llama de un yesquero, que era la señal convenida para que, desde adentro, sus compañeros, que contaban con tres pistolas 9 milímetros y una granada, pusieran en práctica el plan B y controlaran a los vigilantes, corrieran a la alambrada y la cortaran, después de apagar las luces de esa parte de la prisión.

El día escogido fue un domingo porque a los presos les proyectaban una película, de manera que se acostaban a las 9 de la noche y no a las 7 y 15 como ocurría usualmente; eso les daba a los guerrilleros una ventaja de una hora y 45 minutos para actuar. 

Los presos comunes estaban separados de los presos políticos, lo cual hacía más factible la oportunidad de escapar.  

Para llegar a la cárcel, los guerrilleros debían atravesar una explanada de 200 metros desde el monte. Allí era donde los presos hacían labranza. Como desde las garitas podía verse la acción de los subversivos, estos debían extremar las precauciones para no ser descubiertos.

El día previsto se desató un torrencial aguacero. El terreno se tornó tan pantanoso que era difícil movilizarse.  

Además, no hubo película ese día. Pero el plan ya estaba en marcha y no se podía retroceder.

El plan de fuga encontró dos problemas: 

- Debían adelantar la acción y no tenían cómo avisar al exterior; es decir, la gente de Veliz Acuña no sabía los cambios dentro de la cárcel.

- Los guerrilleros cercanos a las garitas no sabían que no iban a pasar la película y que, por ese motivo, no contarían con la hora y 45 minutos adicionales para actuar.

A las 7 y 15 los carceleros comenzaron a recoger a los presos, algunos dirigentes de Bandera Roja se escondieron en un cuarto. No habían visto la llama del yesquero, así que decidieron poner en práctica el plan B.

Uno de los guardias se quedó dormido y el otro fue neutralizado cuando lo llamaron y acudió presto.  Lo encañonaron y lo rociaron con líquido paralizante para que no pudiera gritar.

Cortaron la luz del sector, se apagaron los reflectores de las garitas ubicadas en el lado de la cárcel por donde iban a escapar y que daba a la calle adyacente. 

Más adelante hay un caserío donde los esperaban los automóviles de sus compañeros. Cuando la oscuridad cubrió totalmente la zona, salieron hacia la alambrada con una piqueta.

Los 13 presos políticos llegaron a la alambrada. El Comandante Ruperto, pese a sus 64 años de entonces, fue el primero en salir.  

Cuando salieron, los primeros presos tuvieron que pasar por donde estaba una chatarra la cual tropezaron debido a la oscuridad. Entonces se produjeron los primeros disparos.

Arias “Mochinga”, el “Catire” Rincón y otros, tuvieron que cargar al “Gordo” Cova Mata casi en hombros porque éste sufría de gota.

Al llegar al caserío, el “Catire” Rincón vio al camarada Pedro Veliz que los esperaba.

Veliz los metió en unos vehículos y los sacó del sitio. Pero el “Viejo” Ruperto y sus acompañantes no aparecían, desorientados la mañana siguiente los sorprendió detrás de la cárcel. Pero no los agarraron. 

Al cuarto día, encontraron a Ruperto y sus hombres.

El “Viejo” Ruperto volvió a la guerrilla y depondría sus armas 17 años después, en mayo de 1994, cuando bajó de las montañas junto con sus compañeros a raíz de la decisión del grupo Bandera Roja de legalizarse y participar en las elecciones.

Ruperto es un hombre legendario, porque cuando depuso sus armas tenía 78 años y había pasado buena parte de su vida entre las montañas de Anzoátegui, Sucre y Monagas.

Un mes después del reportaje publicado en la revista Élite, la periodista Irma Barreto fue detenida y sometida a juicio militar. Corrían los años del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.


REDACCIÓN MAZO