La posible guerra entre Colombia y Venezuela: Informe estratégico
Publicado: 11/09/2018 08:09 AM
El 10 de septiembre, factores políticos contrarios al
Gobierno venezolano realizarán una nueva operación de propaganda para seguir
atizando el ambiente de injerencia contra el país suramericano. La han llamado
la ‘fórmula
Arria’ y la posicionan como el paso definitivo para que el Consejo de
Seguridad asuma una actitud más enérgica contra Venezuela.
Dicha ‘fórmula’ solo servirá para mantener en el clímax
mediático la situación venezolana, y es poco probable que traiga efectos
prácticos, tal y como lo ha explicado la embajadora Claudia Salerno.
Deshojar la margarita
Sin embargo, a pesar de los deseos de la oposición
venezolana, no parece haber consenso entre los altos mandos militares
colombianos y estadounidenses sobre una agresión directa.
Al menos eso se desprende de las últimas palabras de Iván Duque, sobre la solicitud hecha a
Estados Unidos de repensar una acción unilateral, pues considera que “no es el
camino” para tratar el caso venezolano.
La motivación de Duque no está guiada por el altruismo.
Haciendo un análisis sobre la composición y entrenamiento
del ejército colombiano, es posible pensar que este, por sí solo, no está en
capacidad de mantener una guerra superior a 30 días. Es un ejército para la
guerra de guerrillas, pero no de profundidad o de largo aliento.
Además, si evaluamos que la Farc se ha dividido y que
el incipiente diálogo con el ELN no brinda frutos, un deterioro
de la situación fronteriza sería una verdadera crisis humanitaria, pero para
los colombianos.
Otro aspecto, nos lo brinda la perspectiva antropológica.
Los estrategas de la guerra, deben estar cada vez más convencidos que una
agresión del tipo militar que se mantenga en el tiempo, solo cohesionaría a los
venezolanos y posiblemente a los movimientos sociales de izquierda en
Suramérica.
Aquí en Venezuela tenemos un refrán: “Una cosa es invocar el
diablo y otra verlo venir”. Más allá que los opositores a Nicolás Maduro rueguen vía redes sociales por una intervención, la
concreción de un escenario similar, uniría al país.
Ya no se trataría de un asunto de chavistas o no chavistas,
sino de venezolanos. Creo que a Bogotá lo que
menos le conviene es la repotenciación de un nacionalismo profundo como
el que impulsó Hugo Chávez.
Además, existe una razón de índole netamente comercial. A
las mafias del contrabando en la frontera, así como las que operan con el
diferencial cambiario en Cúcuta, no les
interesa una escalada del conflicto.
Para esos factores, el objetivo es seguir la hemorragia de los
recursos estratégicos de Venezuela, así como de alimentos, lo cual ha resultado
un gran negocio.
Sin embargo, el anuncio del Gobierno venezolano de imponer
controles a la venta de gasolina a través del Carnet de la Patria y
elevar su precio a los estándares internacionales, les resulta un obstáculo muy
grave.
Ahora bien, si Maduro logra imponer un verdadero bloqueo a
quienes trafican el combustible, no hablo de pimpineros, sino de las gandolas
con miles de litros que pasan la frontera, la situación podría cambiar. Pero es
algo que se evalúa minuto a minuto.
Recordemos este dato que resulta clave para entender las
dimensiones de lo que está en juego para las mafias del narcotráfico
colombiano: “La gasolina de contrabando desde Venezuela, por su bajo costo, es
un ingrediente fundamental para la producción de la pasta de cocaína en
Colombia, el mayor productor de esa droga en el mundo. Un kilogramo de cocaína
demanda unos 10 galones (unos 37,8 litros) de gasolina para su producción. Esto
quiere decir que la producción de cocaína en Colombia, el año pasado, demandó
unos 9 millones 210 mil galones de gasolina, unos 34 millones 813 mil litros de
combustible que seguramente provenían desde Venezuela”.
¿Qué hacer con
Venezuela?
En la Casa Blanca, hay dos posturas en el caso de cómo
tratar a Venezuela, una de ellas es la del “martillo” que es la que desea
Trump, sin embargo, está la otra, la de la “anónima Resistencia” que actúa bajo
la doctrina de “no interrumpas a su enemigo cuando se esté equivocando”.
Al pensar en el perfil de quienes integran los organismos de
seguridad del Gobierno de los Estados Unidos, nos damos cuenta de que todos son
expertos en “operaciones negras y psicológicas” y la doctrina que priva es la
“destrucción del Estado-Nación venezolano”. Agudizar los conflictos internos,
como producto de los grandes desequilibrios económicos, parece ser la
estrategia a seguir.
Ellos saben que una intervención necesitaría ser relámpago y
además contar con una fuerza militar y política en terreno que garantice la
gobernabilidad del “día después”. Nada de eso existe.
La oposición en el exterior no tiene la capacidad, más allá
de los deseos, de mantener el control político en el país. No poseen ningún
tipo de legitimidad, ni tampoco arraigo en la Fuerza Armada Bolivariana.
Pienso en Thomas
Barnett, un influyente analista del Pentágono, y estoy cada vez más
convencido de que no habrá, en el corto plazo, ningún tipo de acción militar
mientras no se consigan aliados al interior del ejército venezolano.
Un artículo publicado por el New York Times, donde se
informa que Trump estaría evaluando planes para un golpe de Estado, en conjunto
con ex miembros de la Fuerza Armada Bolivariana, brinda la oportunidad para
entender esta posición.
Y aunque tampoco puede descartarse que dicho artículo del New
York Times, sea parte de una operación de información dirigida al
componente militar venezolano, con el fin de captar alguna voz disonante, lo
que sí queda claro es que la Casa Blanca busca urgentemente a alguien que les
provea una garantía de administración política del país.
Si el Ejército bolivariano se mantiene cohesionado, fiel al
proyecto político chavista y sigue actuando bajo la premisa de la unión
cívico-militar, la posibilidad de una intervención puede alargarse
indefinidamente.
El tiempo se agota
Hay que prestar mucha atención al desespero que se siente en
Bogotá y Washington, ante el debilitamiento de la opción militar sostenida con
la excusa de la migración.
La oleada de venezolanos que le piden al Gobierno venezolano
ayuda para regresar al país, es muy mala prensa para el Pentágono y sus aliados
en Suramérica.
Una hipótesis de conflicto directo, no está totalmente
descartada. Pero todo parece que lo primero dentro del tablero del Pentágono
será Siria, por cómo se están moviendo los medios militares de la Otan.
Por tanto, en el caso de venezolano…
— Si no hay guerra entre Colombia y Venezuela ¿entonces qué
habrá? —me preguntarán.
— Pues, guerra —diré sin vacilar—. La intensificación de la
guerra no convencional.
Evaluarán planes de asesinatos selectivos contra los líderes
de la revolución pero también de la oposición. Intentaran ingresar drogas de
alta pureza y experimentales nunca antes vistas que causen un daño fuerte en la
población. Intentarán infiltrar a los responsables de los servicios públicos,
ocasionar sabotajes y daños a la infraestructura crítica. Acentuar el
debilitamiento moral de la sociedad y la capacidad del Estado para dar
respuestas. Las operaciones de bandera falsa serán otras de las punta de lanza.
Aquí, ninguna hipótesis podrá ser descartada como improbable.
Pero por sobre todas las cosas, buscarán sabotear cualquier
política que adelante el Gobierno de Maduro, y lo harán a través del miedo y la
doctrina del shock. Y su primer objetivo, probablemente apunte a las bombas de
gasolina y sus trabajadores destacados a lo largo de la frontera con Colombia.
“Lo próximo será la desesperanza”, proclama Phil Carter, un personaje literario de
la novela “Reyes y Dinosaurios”. Ese es, y será, el leitmotiv de los próximos
planes contra Venezuela. Si no me cree, quizá sí lo convenza la portada del Time.
Al igual que The Economist, siempre tiende a una extraña clarividencia
cuando se trata de presagiar la próxima jugada de las élites dentro del
escenario mundial.
SPUTNIK NEWS / JOSÉ
NEGRÓN VALERA