Humanicidio
Publicado: 30/01/2020 12:00 PM
Para el año 1947 en que el Imperio Británico bajó del asta la “Union Jack” del sagrado territorio hindú, lo habitaban 300 millones de nacionales hindúes y 100 millones de nacionales musulmanes. El rebaño de ganado bovino más grande del mundo, 200 millones de reses, deambulaba por esa gran extensión de ese subcontinente, que antes de la separación con Pakistán, tenía 4.083.358 kilómetros cuadrados.
Así como los rabinos en la antigua Judea prohibieron a los judíos el consumo de carne de cerdo para salvarles de la triquinosis, los sabios de la antigua India, 2000 años antes de Cristo, sacralizaron la vaca para salvar de la matanza a los rebaños de los que dependía su supervivencia.
De tal manera que 50 millones de estos animales apenas ordeñaban menos de un litro de leche diario, otros 50 millones eran uncidos a los carros y arados para la labranza y transporte; y 100 millones vagaban esqueléticos, estériles e inútiles a través de los campos y ciudades. En tiempos de Gandhi la muerte de una sola vaca continuaba siendo un crimen inexpiable para los hindúes.
Este respeto a la idolatría inspiraba a los musulmanes la más viva repugnancia y encontraban un maligno place en hacer pasar por ante las puertas de los templos hindúes las vacas conducidas al matadero.
Los hindúes por su parte se apersonaban a las puertas de las mezquitas en las horas de la oración y encendían la mecha de sus danzas y atronadores tambores y cítaras para ensordecer la Hora Santa de los musulmanes e impedir la práctica diaria de sus plegagrias.
En tal orden de caos, intolerancia racial y continuas masacres entre bandos religiosos fue asesinado Gandhi por un fanático alucinado por la pureza de su raza y religión. Durante el reinado de los ingleses en la India, no vacilaron en servirse de estas supersticiones y antagonismos para facilitar su propia dominación. Divide y vencerás.
Asesinar a Gandhi fue fulminar el pregón que entonó las más importantes estrofas en favor de la paz y la confraternidad universal, en medio de un siglo de grandes catástrofes bélicas, donde se planteó, por primera vez la desaparición definitiva del ser humano sobre la faz de la tierra. Fue un humanicidio, al matar la voz de la paz, de alguna manera se atenta contra el futuro y sobrevivencia de la especie humana.
El 30 de enero de 1948, tres hachazos talaron el frondoso árbol del Apóstol de la Paz. Quien apretó el gatillo actuó agavillado con el odio de los factores más fanatizados del partido supremacista hindú, quienes desaprobaban las intensas jornadas de oración colectiva y prolongados ayunos de Gandhi en favor de una solución pacífica de los conflictos entre hindúes y musulmanes.
Impulsando los métodos no violentos procuró sumar a este modelo de vida social todas las herramientas posibles contra la arrogancia del aparato imperial británico: la concertación, el dialogo, la concordia, y la búsqueda y expansión de la verdad como expresión dinámica de lucha contra la pérfida Albión.
Tras más de 200 años de imperialismo británico y consolidada la independencia de la India, para Mahatma Gandhi era absurdo dividirla en dos o tres Estados, como si se tratará de dos o tres naciones diferentes, a causa de las discrepancias étnico – religiosas entre hindúes y musulmanes, o entre hindúes, pakistaníes, cingaleses y tamiles.
Siendo 100% hindú, sus avances estratégicos acerca de las diferencias con los musulmanes, fue siempre la de adelantarse en generosidad, poniéndose de parte de sus reivindicaciones, toda vez que la comunidad hindú y sus territorio eran demográficamente superiores, y en extensión e influencia eran significativamente mayores. Eran 300 millones de hindúes contra 100 millones de musulmanes al borde una sangrienta guerra civil.
El eje central que hizo girar la rueda de su revolución pacífica y democrática esta centrada en dos palabras de origen sánscrito:
“Ahimsa” cuya significado es no violencia, inspirada en el respeto a la vida, y
“sathyagrada” o busqueda, sostenimiento y defensa de la verdad (ver textos del Tirukkurai).
La fuerza bruta, la crueldad, la ignorancia y la brutalidad de la guerra son para Gandhi el enemigo a vencer. En todas las batallas que libró el “Ahimsa” (no violencia) y la “sathyagrada” o búsqueda y conquista de la verdad son denominadores comunes que le permitió derrotar al prepotente ejército británico; sin disparar un solo plomo, ni derramamientos de sangre y sin ocasionar, por su parte, ni una sola muerte.
La oración, el ayuno, las plegarias comunitarias y el diálogo con sus oponentes, sus discursos, alocuciones radiales y declaraciones de prensa son verdaderos manifiestos en favor de la sana convivencia y la humanidad, que invocan a todo evento la urgencia de transformar la realidad política del mundo, y la vida individual de cada quien, a través de la comunicación con el adversario, la no violencia y el derecho a defender la verdad.
Toda su existencia está marcada por la continua batalla en favor de los métodos no violentos, la reivindicación de los derechos de “los intocables”, la independencia de La India y la erradicación del capitalismo imperial británico.
Para Gandhi es un fenómeno natural en todo ser humano darse cuenta de la verdad. Cualquier persona puede advertir que la severa ley del ojo por ojo y diente por diente al final deja a todo el mundo ciego y desdentado.
No es posible cambiar las ideas y conducta de un hombre si se le corta la cabeza, ni se puede infundir buenos sentimientos en el entendimiento de alguien si se le clava una daga en el corazón.
El instrumento de la violencia solo genera más violencia, secuelas de odio y amargura entre los sobrevivientes. Los que la ejercen, los destructores, solo se llenan de mayor brutalidad, prepotencia e ignorancia. Es la ley del amor contra el odio.
Mahatma Gandhi ejerció el activismo político - espiritual atendiendo personalmente a los leprosos - “Intocables”, impidiendo que los niños hindúes acudieran a las escuelas inglesas, persuadiendo al pueblo a no consumir productos importados por el imperio británico, no usando el transporte ni trenes controlados por los invasores, no usar la ropa ni atuendos occidentales, incitando grandes marchas pacíficas para recuperar las yacimientos de sal ocupados por los ingleses, efectuando prolongados ayunos frente a los cuarteles y tropas imperiales; y teniendo la plena conciencia de que en la práctica de la no violencia no existe la derrota, a la larga siempre vence.
En la tarde de ese 30 de enero sobrevino su final, después de tomar su último cena en compañía de sus compañeros (as) de trabajo se dirigió a orar. En el trayecto un hindú radical miembro de una de las castas más sectarias decidió con tres balazos terminar con la vida de Mahatma Gandhi, más no así pudo terminar con su obra.
Los supremacistas hindúes y pro británicos no le perdonaron que:
-defendiera la independencia de la India,
-que auxiliara a los leprosos,
-que se opusiera a que las viudas se incineraran vivas en las piras crematorias de sus maridos,
-que abogara por la casta sudra considerada como sucia e intocable,
-no le perdonaron que defendiera a los musulmanes dentro de territorio hindú,
- ni que promoviera la elevación de la edad para el casamiento,
- ni tampoco que defendiera los derechos de la mujer y en especial de las viudas jóvenes a contraer nuevas nupcias.
Para Gandhi fue revelador y esencial el estudio de la vida de Jesús Nazareno, como miembro del grupo social de la Comunidad de los Esenios del Mar Muerto; la vida, contemplaciones, ayunos y sacrificios de Buda; y la obra del Conde León Tolstoy.
Estos fueron sus tres grandes maestros, estos enfrentaron, sin temor alguno, a las castas sacerdotales y a las jerarquías imperiales de manera no violenta. Cristo echó a los mercaderes del templo y denunció a los administradores del templo y a los hipócritas fariseos. Buda emprendió varias batallas contra sus enemigos y logró que la alta jerarquía religiosa capitulara. León Tolstoy a los 57 años renunció a todas sus propiedades y riquezas, hizo severas críticas a la falsa moral de la iglesia , desnudo la hipocresía de la civilización occidental, renunció varias veces al Premio Nobel y fue excomulgado de la iglesia ortodoxa rusa.
Gandhi se propuso romper con el espiral vicioso de la guerra: agresión +resentimiento + odio + venganza = violencia, guerra, muerte y destrucción. Demolió a los fetiches de la violencia y la adoración a la fuerza bruta. A cambio elevaba plegarias para no sucumbir al odio contra sus perseguidores.
El autocontrol ejercido sobre sí mismo para no agredir, ni calumniar, ni difamar, ni menos aún atentar contra la vida de otros seres vivos produjo en él un enorme torrente moral indetenible, invencible y contundente en todos los ámbitos de la lucha contra el sectarismo local y el poderoso imperio británico.
La fuerza moral y la calidad intrínseca de sus discursos encendió el espíritu de lucha no violenta de Martín Luther King Jr. y Nelson Mandela en el triunfo indiscutible de los derechos civiles contra el segregacionismo supremacista del KKK en E.E. U.U. y el Apartheid en Sur África.
También Gandhi es conocido por sus frecuentes debates con sus carceleros y oponentes políticos, en especial los que sostuvo personalmente con el ultra segregacionista primer ministro de la muy racista Unión Surafricana, Mariscal Jan Christian Smuts, señor de la guerra, sobre quien Gandhi influyó y cambio su manera de pensar, y con quien intercambio libros y poemas de Walt Whitman.
Gandhi batalló contra el Imperio Británico y los odios internos con la oración, los ayunos y el don de la palabra, en el contexto del holocausto de la II Guerra Mundial, de las atrocidades de la I Gran Guerra y del espectro de la destrucción nuclear; quedando demostrado que su decálogo y práctica de la no violencia activa pueden salvar a la humanidad.
En esta tierra de gracia de Socialismo Bolivariano la democracia plena es nuestro lema y la Paz nuestra bandera. No queremos democracia a medias, donde hay pocos beneficiados y muchos perjudicados, donde unos pocos viven bien y otros son invisibilizados en la pobreza y la desigualdad.
Gandhi como apóstol de la convivencia nos enseña que sin Justicia Social no hay paz posible.
¡El diálogo y la no violencia es el triunfo de la paz!
¡Unidad, Lucha y Victoria! ¡Venceremos!
ALEJANDRO CARRILLO GARCÍA
a.carrillo.g.2019@gmail.com