Chavistamente: La trampa de la huída
Publicado: 31/07/2019 07:05 PM
Les
dijeron que fueran, que eran bienvenidos, que los aceptarían sin visa,
sin papeles, que olvidaran la apostilla, que reconocerían sus títulos
universitarios, aunque fueran chimbos, que fueran en cambote, que los
acogerían, que había una carpas de ACNUR cheverísimas, que de ahí al
Paraíso Terrenal, que allá se gana un realero, que llueven Iphones,
sushi, Nutella, que vengan… Vengan que la “diáspora venezolana”, que lo
mire el mundo, que Venezuela se hunde, culpeMaduro y los venezolanos
huyen a pie. Vengan hermanos descalzos, que aquí los vamos a recibir con
la ayuda humanitaria, con Angelina Jolie. Vengan y lloremos, foto,
foto, flash, flash…
Hay
que irse porque allá se gana en dólares. Saca la cuenta de un sueldo
mínimo peruano al dólar paralelo y dice ¿te imaginas ese realero?
Imagina que en lugar de 300 pesos, soles o lo que sea, va a ganar varios
cientos de miles de bolívares; que la gasolina, luz, el agua, el gas y
el internet serán prácticamente gratis, como pasa en el país de donde
hay que huir. Que allá se van a comer el mundo, porque en el mundo no
conocen las arepas, los tequeños, ni los patacones y no saben bailar
salsa con sabor Venezolano… ya van a ver.
Que
te vengas para Chile, que yo te ayudo, mi pana, que te vengas y vivimos
juntos, con mi hermano, mi cuñada, mis dos sobrinos y yo, que
necesitamos unos más para que el alquiler sea más “pagable”, tú sabes,
que aquí es cheverísimo, pero eso sí, aquí hay que trabajar, no no como
esa guachafita comunista de querer vivir con solo ocho horas diarias de
trabajo, carnaval, semana santa, días patrios y permisos de maternidad.
Que no señor.
¡Ajá,
bien hecho! La comunidad internacional ya se está dando cuenta de que
un gentío se está yendo y los EEUU y Europa están mandando millones de
dólares para ayudar a la “diáspora”. ¡Yo soy diáspora!-Dijo Gabi
Arellano y se compró tremendo apartaco en Bogotá. Luis Florido diasporó
unos días en Cúcuta y $6 millones se llevó. Julio Borges advierte al
mundo que los venezolano somos una enfermedad contagiosa, y no lo dice
por Arellano y Florido, sino por los que buscando el Dorado dolarizado
se van a Perú, Colombia, Ecuador… Llora Angelina abrazando a un
venezolanito flaquito que resultó ser colombiano. Llora y se pregunta si
ese muchachito también será contagioso, no vaya a ser que se llene
Angelina de ronchas y todas esas cosas feas que los venezolanos
contagian…
Unos
fueron, al principio becados por Voluntad Popular, luego por pura baja
autoestima, a dar lástima en los autobuses o en el Metro, en Buenos
Aires, Santiago, Lima, en cualquier sitio donde pudieran llorar a todo
gañote, vestidos de bandera siete estrellas, culpando al gobierno de
Maduro de todas sus desgracias, que al final resultaban menos
desgraciadas que las que padecen los otros pasajeros que con paciencia
se tienen que calar la letanía. Y ¡ay del que ose cuestionar el llanto!,
porque conocerá entonces la furia guarimbera que nosotros hemos
padecido. Y tratando de dar lástima terminan dando rabia y la xenofobia
siempre de tan fácil combustión que ni siquiera necesita chispa, con
chispa se convierte en fenómeno internacional.
Qué
feos son los peruanos, los chilenos, los ecuatorianos. ¡Qué indios
son!. Que las mujeres más bellas del mundo son de Venezuela, “culiaos”,
que nuestros médicos están mil veces mejor preparados que los médicos
chilenos, peruanos, colombianos, españoles… que se gradúan sin saber
poner ni una inyección. Que de playas les podemos dar lecciones, que las
más blancas, las más azules, las más perfectas quedan en mi país. Que
las rumbas son las venezolanas, que los mejores chistes son venezolanos
también… Y no hablemos del clima, loco, porque nuestro clima les patea
el culo mil veces, maldito frío chileno que me va a matar… Que lo digo
en mis redes sociales porque me da la gana, para que sepan todos que los
venezolanos somos los mejor del mundo y no como esta mierda de acá.
Otro punto para la xenofobia que, insisto, sin fósforo y gasolina ya
estaba ardiendo.
Y
los medios fuego, fuego fuego; porque para que el plan de guerra
diseñado en el Pentágono funcione hay que hacer que la opinión pública
mundial entienda que los venezolanos no somos gente, que somos malvados,
que somos un peligro, que somos una “enfermedad contagiosa”, recuerden,
que cada venezolano que cruza la frontera lo hace con una mochila
cargada de malas mañas. Que hasta el mejor de los venezolanos, el más
honesto, el más bondadoso, no sirve porque nos viene a quitar el
trabajo, así que venezolano bueno no hay. Entonces, de repente, los
venezolanos nos convertimos en malas noticias.
Venezolano
bueno no hay, Dice Lenin en Ecuador, exponiendo a todos nuestros
connacionales que se fueron demasiado para allá a ser linchados por la
furia xenófoba desatada en esos días por un crimen cuyo autor era
venezolano. Entonces sí hubo una diáspora de venezolanos huyendo con lo
puesto de un pueblo azuzado para el linchamiento.
Y
habrá que poner reglas, dijeron los gobiernos que habían abierto
puertas y ventanas para atraer a los venezolanos que “huían de la
dictadura”. Que habrá que pagar en dólares para solicitar una visa, que
no, que si viene con visa de turista no se puede quedar, que a su
dictadura malvada usted tiene que volver, que no aceptamos pelagatos,
que se necesita capital de inversión para quedarse. Que se nos llena el
país de gentuza, y ya con la gentuza nuestra tenemos, entienda usted. Y
cerraron todas puertas ventanas, no hacer fiesta mediática con los que
se quedaron a medio camino, en medio de la nada. Y de la diáspora no se
habla más… hasta que se tenga que volver a hablar, of course.
Y
allá, en el invierno del Sur, pasada la emoción del recién llegado,
permeados por la cruda realidad del capitalismo al que huyeron por tener
que calarse el “infierno” de vivir aquí; revisan en el Facebook de
parientes y amigos que se quedaron alguna cosa horrenda que esté
pasándonos, para consolarse y convencerse de que tomaron la mejor
decisión. Y el remedio es peor que la enfermedad.
Resulta
seguimos viviendo, cumpliendo años, yendo a la playa, casándonos,
teniendo bebés, trabajando y, los más irresponsables, hasta publican
fotos felices en Instagram, Twitter y Facebook. “Mi familia hasta come
Pepitos”- dijo uno que, muerto de frío en Viña, no podía creer semejante
relajo. No entienden cómo es posible que vivamos, cuando todo el mundo
sabe que en este país no se puede vivir. No es posible porque ellos, que
trabajan 14 horas al día, de lunes a lunes, no pueden ni soñar con ir a
la playa, y nosotros casi que vamos todos los sábados a darnos un
chapuzón. No es posible que la gente este dispuesta a quedarse en
Venezuela y, de paso, a seguir siendo feliz. ¡No es posible que lo
logren!… ¡y lo logran, maldita sea!. Eso tiene que ser sinvergüenzura,
¡punto!.
“Por
eso es que Venezuela no sale de abajo -escribe uno en una foto de
Instagram donde sale muerto de frío con su uniforme de Burger King-, por el
conformismo, por que la gente no quiere trabajar, porque si uno quiere
algo tiene que sudar para tenerlo, porque me esfuerzo, porque no duermo,
porque no salgo, porque no pierdo el tiempo en playitas ni en rumbas,
porque trabajo, sí, para poder vivir como merezco. -Remata su
autoconsuelo con un chacumbélico- cada quien tiene lo que merece”.
“Cada quien tiene lo que merece”, hasta que descubran el alivio de saber que siempre se puede volver.
CAROLA CHÁVEZ
@tongoroho