Chavistamente: Juegos y guerras
Publicado: 19/02/2020 02:45 PM
El
mundo, la vida vista desde el ras del suelo, con los ojos llenos de
polvo y pelusas, con el alma gastada por roce con el piso. Desde ahí,
desde lo retorcido, desde lo infame, se observan a sí mismos en la
pantalla de un Iphone 11 nuevecito, reluciente, que les devuelve un
selfie con filtros de superioridad, de pestañas quemadas, de “mi propio
esfuerzo”, de este país no me merece. Rastreros seres superiores que
pretenden mirar hacia abajo a quienes decidimos vivir de pie.
Desde
su miserable óptica nos miden y sus cálculos terminan siendo el reflejo
de la poquita cosa que son y de ahí arman un tablero torcido donde
nosotros, su objetivo, somos los tembleques, cobardes, indignos,
acomplejados que cuando piensan en Venezuela lo que les viene a la
cabecita es un Toronto, bombón con nombre de ciudad canadiense, relleno
de avellanas importadas y fabricado por Nestlee. ¡O sea, mari-k!
De
ahí vienen todos los planes fracasados de estos últimos veinte años.
Planes hechos por ellos, como para ellos, imaginándose, todos sádicos,
sus debilidades y carencias en nosotros.
Así
nos quitaron la comida, los medicamentos, la paz de la calle tantas
veces nos quitaron, nos persiguieron, acosaron a nuestros hijos e hijas,
tantas veces no preguntaron ¿dónde te vas a meter? Todo esto en medio
de una dictadura hurribli donde los chavistas somos los malvados
intolerantes que perseguimos a quienes piensan distinto.
Guarimbas,
puputov, quemados vivos, bien echo plátano hecho, por negro, por
chavistas, porque ¿quién los mandó a pasar por ahí? ¿Acaso no sabían que
ahí estábamos protestando nosotros, la gente decente que lucha por la
democracia y la libertad, negros de mierda, autobuseros todos?
“Aló,
Ricardo, es Lorenzo, yo estoy en guerra, mi pana”. La guerra de Lorenzo
fue esconder la comida y chuparle hasta el último centavo al país que
tuvo la desgracia de verlo nacer. Y la gente decente y pensante
salivando, comprando a sobreprecio y por pacas. Lorenzo somos todos.
Lorenzo presidente y que Venezuela se llame Polar. Que se jodan esos
negros chabestias, que si quieren harina, se la pidan a Nicolás.
Y
Nicolás mandó la harina en cajas de CLAP y ¡ascoooo! esa harina que no
es Pan, o sea. Y como el CLAP viene en una caja y trae lentejas a la
gente pensante de este país se le ocurrió un ingeniosísimo insulto:
“care’ clap, comelentejas”. Y es que Chávez nos dividió…
Con
harina y sin harina el chavismo firme. Y como veían que resistía,
fueron a buscar otro elefante que puso todas las opciones sobre la mesa.
¡Ay, papá! -Festejaban los infomercanarios imaginando que a raíz de la
amenaza saldríamos todos corriendo a entregarles el país.
Okey,
les vamos a perdonar la vida -nos advertían amenazantes-. Les quedan
pocas horas para que entreguen sus ideas y sus metas, su sueños, sin que
tengamos que venir a sus casas a cazarlos, a hacerles pagar el precio
de llevarnos la contraria. Si se rinden los dejaremos vivir. ¡Arruguen,
pues! –Ni un pestañeo, salvo por tres pendejos que creyeron en Green
Cards que blanquean y alisan chicharrones y que terminaron olvidados en
un centro de detención para inmigrantes de Miami.
¿No
se quieren rendir? ¡Ay, papá! Que estamos a punto de lograr una
intervención militar con marines, bombas, Abu Ghraib y todo. ¡Corran,
pues! Corran los chavistas nada más, porque para el este de Este de
Caracas una invasión sería una historia de amor con bebés
catiritos de ojos azules, como los de su padre invasor, tal como
anticipaba emocionada una periodista opositora pensando en el valiente
marine que la seduciría con Cola Cola y Milky Ways.
Invocando
a la guerra mientras meriendan en Food Trucks todos trendys en la plaza
Altamira. Esperando a los marines como quien espera a Santa Claus, con
nerviecitos, pero de felicidad. Así los encontraron los ejercicios
militares del fin de semana pasado. Entonces aquellos nervios alegres se
tornaron en cagazón.
Misiles
en la Carlota, o sea, al ladito de Altamira, por aquí; de Chuao y Las
Mercedes, por allá; justo en frente de Lomas de San Román, con sus
casotas de hermosas vistas donde, con una copita de vino, pensaban
presenciar la llegada del invasor. Reportan los tuiteros de bios
libertarias llenas banderitas gringas y gracias Mr. Trump, que esa
irresponsabilidad de colocar -nunca poner- armas tan cerca de las casas
de la gente no puede ser ¡No es no!. Ravell, despatillado, titula que el
armamento en La Carlota causa “incertidumbre” -a la misma población que
suplica que los una invasión gringa-. Sergio Novelli, todo sietecueros,
se pregunta cuánto costará ese ejercicio militar. Menos de lo que nos
costaría la invasión gringa que tú deseas, le tuve que contestar.
El
alboroto indignado que armaron me hizo confirmar algo que me negaba a
creer: que quienes piden una invasión en verdad creen que a ellos no les
afectaría. Que lloverían las bombas y la muerte de Chacaito para allá;
que de Chacaito para acá sería como Miami: un Walmart por aquí, un
Disney World por allá… I love it!
Por
las redes saltaron los tradicionales analistas expertos en todo a
denunciar el peligro que supone el armamento de guerra en manos tan
torpes como las del gobierno chavista, mira que se les puede escapar un
misil, o sea. Otros, los más ignorantes, descalificaban el armamento
como obsoleto y prehistórico, olvidando que son el mismo tipo de armas
con las que Siria derrota justo ahora a los gringos. Oh my God! Y, en
silencio, eso sí, más de uno pensó que, quizá no hemos salido corriendo
cada vez que nos ponen todas las opciones sobre la mesa, porque en
verdad nos vamos a defender.
Y
es que en sus cabecitas cobardes esa posibilidad nunca cupo, como no
cupo nunca la idea de que por muy sifrinos que se crean, por muy
superiores y diferentes que digan que son; comparten con nosotros el
mismo pedazo de tierra, que el destino de uno es el destino de todos.
Aquella obviedad de “no hay bombas solo mata chavistas” les cayó como
una gota fría y el miedo que querían ver en nosotros, lo empezaron a
sentir ellos.
Eran
solo unos ejercicios. Que nunca sean más que eso. Que en Venezuela,
como lo hemos venido garantizando a pulso los chavistas, siga reinando
la paz para todos. De la paz de este país nos encargamos nosotros, con
desvelo, para que tú, amigui del este del Este que sueñas con una
invasión, puedas bajar tranquila los fines de semana al club. Para que
tus hijos sigan yendo a su cole contentos, para que las mías puedan ir
contentas al suyo también. Para que los “care’ clap comelentejas“
sigamos teniendo derecho a comer. Para que tú sigas merendando cupcakes
de food truck, sin que tengas que soportar el estruendo aterrador y el
fastidioso el olor a humo que producen los bombazos.
Por nuestros chamos, por los tuyos, por tu tranquilidad y la mía; por la paz de todos, nosotros venceremos.
CAROLA CHÁVEZ
@tongorocho