Chavistamente: El pudor de quedarse
Publicado: 17/07/2019 03:52 PM
El
antichavismo es, en buena parte, el resultado de una minuciosa
operación psicológica. Tomar a la clase media, usar en su contra su
característico y frondoso ramillete de prejuicios, alimentando sus
peores miedos, atizando el clasismo, el racismo, todos sus “ismos” y
fobias. Sembrando en el suelo fértil de la presión social, -¿Tú como que
eres chavista?- blandiendo el látigo de “el qué dirán”, arma infalible
de adiestramiento grupal que pone a marchar, al son que le toquen, hasta
al más pintado. Campana de Pavlov, cacerolazo; campana de Pavlov,
marcha; campana de Pavlov, guarimba; campana de Pavlov, puputov; campana
de Pavlov, vete del país, a Perú, que es arrechísmo; campana de Pavlov,
desea con toda tu alma una invasión.
Algunos,
de tanto oír la campaña sin obtener la recompensa que la campana
promete, salivan pero no tanto y empiezan a desobedecer. Aclarando
siempre que son opositores “indevolvibles”, se niegan, por ejemplo, a
vender todo e irse a Perú porque, allá en el fondo de sus cabezas, la
voz de auto preservación les dice “¿Te volviste loco, Wilfrido?, ¿qué
carajo vas a hacer tú para allá?, ¿vas a botar tu casa, tu carro, tus
sopotocientos años de carrera para vender café en Lima?”. La voz de la
razón hasta les dice que en vez de salir corriendo, mejor se inventen un
negocito de esos que llaman ahora “emprendimiento”. Y estos esquiroles
de la diáspora, por escuchar la voz de la razón, dejan de escuchar la
campaña pavloviana que los ha empujado todas las veces al barranco de la
derrota, donde son siempre ellos los que pagan los platos rotos. Nunca
el que toca la campana, que tampoco se quiere ir a Perú, por cierto.
El
problema de la desobediencia es el manto de sospecha que trae consigo. Y
es que querer quedarte en tu país, querer luchar por construir una vida
bonita aquí, supone una coincidencia hurribli con todo lo que propone
el gobierno chavista que hagamos. Quedarse es negar el relato del país
invivible, de la espantosa crisis humanitaria que el antichavismo vende a
cambio de una generosa invasión. Quedarse es traición.
Así,
los que se quedan luchan contra todo tipo de presiones y sospechas, así
como contra su propia visión apocalíptica de la Venezuela de los
últimos 20 años. Entonces, cuando se encuentran con un pana, que también
se quedó, se saludan, bien vestidos, bien alimentados pero con cara de
sufrimiento “¿qué tal, mi pana?” “Aquí, chamo, tú sabes, tratando de
sobrevivir en este peo, pero pa´lante”…
Se
quedan mostrando pudor y vergüenza por haber desafiado el discurso
antichavista, por no haber sido como los sumisos valientes que,
salivando con el campanazo de la diáspora, malvendieron todo y se fueron
a Perú a buscar una libertad que que nadie lea había quitado, para
terminar aprendiendo a palazos, puños y patadas policiales, lo que en
Perú entienden por democracia y libertad.
Se quedan como pidiendo perdón, pero se quedan porque saben que en ningún otro lugar del mundo estarían -estaríamos- mejor.
CAROLA CHÁVEZ
@tongorocho