África: El continente que sirve de campo de pruebas farmacéuticas al mundo
Publicado: 19/05/2023 05:00 PM
El colonialismo europeo utilizó al continente africano como su conejillo de Indias. Históricamente, África ha sido objeto de un proceso de invasión y colonización en todos los ámbitos, al ser el principal continente utilizado por las naciones imperialistas y las transnacionales farmacéuticas como laboratorio en el que se prueban nuevas prácticas médicas.
De esta manera, durante el año 1996 Nigeria se veía devastada por una epidemia de meningitis nunca antes vista. La periodista e investigadora Elena Bueriberi Córdova, del portal Afroféminas, en 2020 publicó un artículo respecto al uso del medicamento Trovan (trovofloxacino) y de acuerdo a sus datos, la empresa farmacéutica estadounidense Pfizer envió un equipo de investigadores al norte de ese país, en el estado de Kano, con el objetivo de testar su nueva medicina. El grupo en cuestión se instaló en un campamento médico, donde la ONG Médicos Sin Fronteras le abrió paso y puso a prueba el fármaco, omitiendo su uso experimental y sin contar con el consentimiento de los familiares de los pacientes para ello.
El nuevo antibiótico, Trovan, fue suministrado a 100 niños y a otros 100 se le administró Ceftriaxona, un remedio utilizado para el tratamiento contra la meningitis. Como resultado, fallecieron 11 de esos infantes, cinco de ellos seguían un tratamiento con Trovan, seis con Ceftriaxona, mientras que otros muchos sufrieron secuelas graves, incluyendo daño cerebral. El fracaso de la terapia experimental de Pfizer, hizo a la empresa desmantelar sus operativo dos semanas después de llegar a la zona, sin ofrecer información sobre las pruebas.
Para contextualizar, los
padres de esos niños buscaban una solución para salvar a sus hijos de una
muerte segura privados de asistencia médica. La llegada de doctores extranjeros
con medicinas gratuitas era maná caído del cielo ¿Cómo iba a cuestionar una comunidad sin recursos, en plena crisis
sanitaria, sumida en una dictadura militar y sin el privilegio de la educación, a algún
procedimiento médico? Más tarde se descubrieron una gran cantidad de
irregularidades por parte de la empresa, tanto en la autorización para la
conducción de su estudio, como en la ética médica; ya que a pesar de probarse
no efectivos o que se administraban dosis inferiores a las recomendadas, no se
abandonaban los tratamientos para favorecer los resultados de su propio
antibiótico, además de desaparecer expedientes médicos.
La actitud ética del médico Juan Walterspiel, uno de los investigadores que participó en la misión de Pfizer, le llevó a denunciar los hechos. El galeno advirtió lo sucedido, y aseguró, que las pruebas con Trovan habían violado normas éticas e incumplido los protocolos para experimentación, establecidos en la Declaración de Helsinki que regula este tipo de acciones.
De acuerdo a lo narrado por el diario británico The Independent, el estado de Kano, Nigeria, reclamaba, en 2007, una indemnización para el Estado, los familiares y los afectados, por 1,480 millones de euros. Ante esta demanda, Pfizer negó todos los hechos y los cargos, refiriendo que “fue la meningitis y no el Trovan, el causante de la muerte de los 11 niños y de los daños irreversibles neurológicos, en decenas de otros niños”. Fuentes de la compañía, en esas fechas, señalaron que cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) le pidió a la empresa ayuda para frenar las muertes en Nigeria, por la epidemia de meningitis y el Trovan “ya se había probado en otros 5.000 pacientes experimentales”. Estas últimas declaraciones no pudieron ser probadas por la farmacéutica.
En 2009, el Estado nigeriano y Pfizer llegaron a un acuerdo extrajudicial, para indemnizar con 55 millones de euros a las familias de los fallecidos y al resto que quedó con secuelas. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, además de los numerosos casos de sordera, ceguera y parálisis que dejaron en los pacientes testeados en las pruebas de medicamentos, las autoridades sanitarias del país dijeron haber constatado una fuerte desconfianza de la población a los medicamentos venidos de occidente. No era de extrañar que muchas familias se negasen a que sus hijos fuesen vacunados contra la poliomielitis, por ejemplo.
Portales como
Wikileaks,
The
Washington Post y The Guardian revelaron informaciones
valiosísimas que sirvieron para desenmascarar las atrocidades cometidas por Pfizer,
aseguraron que es un hecho que la empresa farmacéutica se está lucrando con la
salud de millones de personas, no sólo en África,
si no a nivel global.
“Voy a ser algo provocador, pero Europa
sería el terreno ideal para realizar un estudio a gran escala. Tienen varios
focos de propagación en su continente y están expuestos sin protecciones a
numerosos discursos xenófobos”. Así citó el diario digital satírico Le
Gorafi a un investigador médico maliense sobre la posibilidad de probar
un tratamiento experimental contra el racismo en Europa. Ojalá existiese una vacuna para ello, pero la historia nos
recuerda que el yugo colonial en los territorios invadidos sigue presente, que África sigue siendo un campo de prueba
para el Norte y que el racismo, en pleno siglo XXI, sigue sin tener una cura
definitiva.
Un artículo publicado en 2020 por la revista CIDAF referido a las pruebas
farmacéuticas en África explica que
la investigación y experimentos médicos son algo necesario para el progreso en
la prevención y tratamiento de enfermedades y pandemias. La OMS exige que se respeten siempre los principios éticos para dicha
investigación y experimentos como lo explica en la Declaración de Helsinki de la Asociación
Médica Mundial (AMM) sobre los principios éticos para la investigación
médica en seres humanos.
A pesar de esto, la historia nos muestra que las prácticas de las empresas farmacéuticas no respetan dichos principios, poniendo en riesgo la vida de personas en estado de vulnerabilidad e indefensión.
En 2019, de acuerdo a la
información suministrada a por el Dr. Theogene
Rudasingwa, líder del Departamento de
Recursos Educativos e Investigación en Salud y Seguridad de la Escuela de
Chicago (IRFM) en Washington, la
empresa LEAF Pharmaceuticals,
con sede en EEUU, estaba lista para
comenzar experimentos de medicamentos o vacunas aún por conocer, en pacientes que tenían COVID 19, a
través de su filial en Ruanda. No se
conocen declaraciones de la OMS al
respecto de dichas pruebas.
Ya sin necesidad de cuidar
las formas ante la opinión pública, a principios del 2020, dos expertos en el
área de salud como Jean-Paul Mira,
jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Cochin de París; y Camille Locht, director del Instituto Nacional
Francés de Salud e Investigación Médica, declararon en la televisión francesa la
importancia de usar a África como
laboratorio de pruebas para un tratamiento contra el Coronavirus, lo que generó una enorme polémica que hizo alzar la
voz de varias personalidades del llamado continente negro.
Ante el escándalo, el Dr. Tedros Adhanom, presidente de la OMS, se vio obligado a confirmar que
todas las investigaciones médicas, en cualquier país del mundo, se realizarán
respetando siempre los principios éticos establecidos.
Por su parte, el historiador Mike Davis, en una entrevista realizada por The Washington Post declaró respecto a las prácticas de las empresas farmacéuticas que “más que la salud de todos, parecen buscar el lucro propio, este capitalismo feroz y egoísta es pues una enfermedad más grave que el coronavirus”. Pero, ¿por qué sucede esto? Porque los laboratorios farmacéuticos, atraídos por los bajos costos y los pocos controles existentes, realizan pruebas de sus productos en África sin preocuparse por la seguridad de sus pacientes.
En marzo de 2005 se
suspendieron en Nigeria las pruebas
clínicas del Tenofovir, un antiviral
utilizado contra el SIDA, a causa de
graves faltas éticas. Esos experimentos, desarrollados por la Asociación Family Health International, a cuenta
del laboratorio estadounidense Gilead Sciences, eran financiados
por el Gobierno de EEUU y por la Fundación Bill y Melinda Gates. En febrero
de 2005, las pruebas también se suspendieron en Camerún y en agosto de 2004 en Camboya, sin embargo, continúan en Tailandia,
Botswana, Malawi, Ghana y EEUU.
La utilización del
continente africano para realizar este tipo de estudios clínicos esconde una serie de factores. La organización no gubernamental (ONG) holandesa Wemos,
adscrita a la Global Health Workforce
Alliance de la Organización Mundial de la Salud, recoge en su informe
sobre ensayos clínicos en África, que
muchos participantes de estas pruebas no siempre eran conscientes de que se
inscribieron en un ensayo “porque los investigadores no siempre fueron transparentes
al respecto”. En algunas ocasiones, juega un papel importante la falta de
alfabetización y de educación. Además, como señala el mismo documento, muchos
individuos aceptan su participación porque es la única forma de obtener
tratamiento debido a la falta de acceso a la atención médica en su país.
Otro punto a tener en
cuenta, es que en muchos países es más fácil eludir las normas y reglamentos
éticos debido a la falta de legislación y a una supervisión menos estricta. La
misma ONG denunció que el incumplimiento de los estándares internacionales no
se produce solo antes y durante el proceso sino posteriormente. El estudio
destaca el caso de un hombre enfermo de tuberculosis en Kenia, que después de participar en un ensayo de la farmacéutica
francesa MNC Sanofi Aventis tuvo secuelas en sus ojos que le impedían
ver con normalidad. Nunca pidió compensación ni la compañía hizo seguimiento de
su caso diez meses después de finalizar dichas pruebas, a pesar de que esta
supervisión es de obligatorio cumplimiento. Además, “en caso de daño físico debido
a los ensayos, se ha demostrado que recibir una compensación financiera es
extremadamente difícil”, sentencia la organización.
Es muy vergonzoso reconocer
que se experimenta con niños de países empobrecidos para curar a los que viven
en países europeos y norteamericanos. Esto es lo que cada año realizan
centenares de farmacéuticas estadounidenses, según un informe publicado por la Universidad de Duke, en el que se
denuncia que al menos un tercio de los medicamentos infantiles comercializados
en EEUU son probados antes en países
subdesarrollados, fundamentalmente africanos.
La Asociación de Farmacéuticas e Investigadores de EEUU se defiende de las denuncias al alegar que en África las pruebas de fármacos en niños
están sometidas a estrictos protocolos y explican que “todos nuestros ensayos clínicos cumplen con las premisas legales
exigidas, independientemente de dónde se desarrollen", dice Mark Grayson, portavoz del ente.
Entre los requisitos que se
exigen antes de autorizar un ensayo clínico se cuentan la elaboración de un
informe ético local y la firma de un consentimiento de los participantes, o de
sus padres si los pacientes son menores de edad. Sin embargo, estas premisas no
siempre se cumplen fuera de la frontera americana.
Para tratar de arrojar algo
de luz sobre estas prácticas, la Universidad
de Duke en Carolina del Norte, propone
en un informe llevado ante la OMS que para disminuir prácticas irregulares que
se aumente el número de estudios que son publicados anualmente, ya que en la
actualidad, menos de la mitad de estos ensayos difunden públicamente los
resultados, sobre los que suele haber un profundo oscurantismo.
El acceso a medicamentos necesarios, incluidos antibióticos, vacunas y antivirales, debería ser un derecho humano universal y gratuito. La vida de las personas vulnerables debe ser siempre una prioridad, por encima del beneficio de las grandes farmacéuticas. Plantea el informe de esta casa de estudios que solo una sociedad comprometida y solidaria, a través de sus movimientos sociales, puede generar una nueva infraestructura de salud, de educación y de gestión de los recursos sociales, que esté al servicio del bien común, y no de las multinacionales o de los partidos políticos.
La opresión y explotación de las personas empobrecidas y de sus recursos, particularmente en los pueblos de África y del Hemisferio Sur, sigue aumentando cada día, por la codicia e inhumanidad de las multinacionales europeas y occidentales. Las ayudas y los alimentos que se envían a África, nunca podrán compensar semejantes injusticias. Los Pueblos africanos, en vez de limosnas, piden respeto, cooperación justa y solidaridad real.